En la actualidad hay muchas personas que “teniéndolo todo” no son felices. Hay personas que no tienen comodidades pero tampoco pueden vivir en paz. Todo tiene una explicación razonable: tener dinero no significa ser feliz; tampoco ser pobre significa ser feliz.
La anterior afirmación me lleva a confirmar que la felicidad y la paz interior no provienen de tener o no tener posesiones materiales. Proviene de otro lugar. Mejor dicho, la felicidad y la paz interior nos son dadas. Pero ¿por quién nos es dada? –nos es dada por Dios.
Las personas viven presas dentro de sí mismas. A esto le sumamos una dosis de presiones ejercidas en nuestra cotidianidad –presiones sociales-. Lo que permite complementar la receta de encarcelamiento es la falta de soluciones.
A decir verdad, podemos hablar de una falta de libertad de la persona, de una libertad interior o mejor dicho: libertad espiritual. Esta libertad espiritual nos la da Dios. Vivir preso de los recuerdos es el estado de una persona que no ha recibido a Cristo en su corazón.
Cuando le permitimos a Dios entrar en nuestro corazón, él se encarga de limpiarlo y, por ende, nos quita esos pensamientos que nos acusan día con día. En el libro de Isaías 43:25 Dios nos dice: “Yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.”
Esto quiere decir que Dios nos perdona de todas nuestras iniquidades y acciones pasadas que nos han creado un sentido de culpabilidad y no nos dejan vivir en paz. Dios en su gran amos nos ha perdonado a través de Jesucristo, quién murió en la cruz del calvario por amor a nosotros.
Si quieres experimentar esa libertad que Dios ofrece a todo el que se acerca a él, debes invocarle en este momento y pedirle perdón por todo lo pasado; y él es fiel y justo en perdonarnos porque nos ama.
¡Dios no hace acepción de personas. Ven y búscale hoy!