martes, 24 de agosto de 2010

DISCUSIONES Y PELEAS INNECESARIAS


Muchas veces, nos enfrascamos en pequeñeces que nos suceden a nosotros o a alguien cercano. Sucesos que pueden causar enojo, tristeza, aflicción, alegría, etc. Puede ser cualquier situación de la vida cotidiana.

La verdad es que cada día, cada hora que pasa, hay personas que están discutiendo por algo, muchas veces cosas simples, como un plato sucio, el perro, problemas ajenos, cualquier cosa insignificante, que llega a valer en cuestión de segundos más que la vida de alguien, más que una amistad, más que el matrimonio, más que un hijo, más que lo más valioso que se debe apreciar en este mundo.

Es lamentable que pleitos que no tienen razón de ser terminen en desgracias. Y reflexionamos hasta que ya hemos herrado. Por consiguiente, sabiendo que estamos equivocados, tendemos a mantener una actitud negativa como demostrando que tenemos la razón.

Nos atrevemos a dar un tremendo show delante de los demás, sin importar el ridículo que armemos. Nuestro mal carácter muchas veces nos pone en vergüenza, porque se nos olvidan las consecuencias que pueden tener nuestras acciones.

Cuando nos damos cuenta, nos hemos defraudado a nosotros mismos, a nuestra familia y a nuestros amigos. Hemos destruido lo que en mucho tiempo edificamos. Es cierto, todos tenemos un carácter propio, que puede ser fuerte o débil, pero si pensamos antes de actuar, las cosas podrían ser diferentes.

Jesucristo nos dejó un nuevo mandamiento, el cual dice que hay que amar a nuestros enemigos. Sea que nos los hayamos buscado o no. Lo importante es vivir de una manera digna, como Dios quiere, y si los demás se portan de una manera ofensiva atacante no es necesario actuar como ellos.

Debemos guardar la calma, a lo mejor los demás lo vean y reconozcan su error, aunque digan que nadie los manda o que serán como quieren ser. No es fácil, mantener la calma, pero tampoco imposible, tenlo por seguro. De lo contrario, la Biblia no dijera que: honra le es al hombre (o mujer) pasar por alto las ofensas.

lunes, 16 de agosto de 2010

LUCHANDO CONTRA GIGANTES


Hubo un joven muy valiente llamado Josué. Sus padres vivieron en el cautiverio durante muchos años. La opresión, el maltrato y otros males con que era tratado el pueblo de Israel eran visibles.

Cuando las cosas no van bien, posiblemente perdemos la esperanza de ver la luz de un nuevo día. Un día lleno de paz de tranquilidad, de bendiciones. Donde nuestro paso por la tierra sea agradable.

Volviendo a nuestro personaje, podemos hablar de un gran guerrero hijo de esclavos. Su pasado no le impidió llegar a ser grande. Josúe fue quien asumió el mando luego de Moisés. Eran miles las personas que caminaban hacia la tierra prometida, por ende, miles los caracteres, los ánimos, los puntos de vista con los que tenía que lidiar. Nunca se dio por vencido.

Josué peleó muchas batallas. Su astucia, inteligencia y su positivismo eran de agrado para Dios. A pesar de que pelearon contra grandes ejércitos en su paso hacia la tierra prometida, no desistió de su legado.

En ocasiones, desistimos de nuestros sueños y metas porque los consideramos imposibles de conquistar. A josué se le dijo que sería él quien repartiria la tierra prometida, la cual primero debería ser conquistada.

Cuando tenemos a Dios en nuestro corazón, las batallas de la vida no las peleamos solos, sea cual sea. Enfermedad, problemas familiares, problemas laborales, etc. No importa cual sea, Dios en su grande amor y misericordia acude a socorrernos si le buscamos.

La valentía de Josué quedó marcada para la historia y para testimonio nuestro. No importa de donde vengamos o quién seamos, si buscamos a Dios, de seguro le encontraremos y alcanzaremos lo deseado.