Me gustaría recordar las palabras de Agur, las cuales han quedado plasmadas en el proverbio 30. En los 33 versículos detalla muchos consejos y categorías de tres y cuatro cosas que le parecen importantes, pero que se dejan pasar de lado en la vida. Me llama la atención, cuando menciona a las langostas, las cuales no tienen rey y salen todas por cuadrillas.
Quizá se preguntó ¿y esto por qué sucede? No teniendo quien las dirija, están bien organizadas. Dios sabe cómo ha dejado todo. Cosas tan pequeñas como las hormigas, que son inteligentes y precavidas, o como los conejos, que son perezosos, nos dejan lecciones grandes en este proverbio. Me gustaría saber cuál habrá sido el estado de ánimo en el que se encontraba Agur, cuando escribió el proverbio.
Pero a pesar de todo hace reflexiones muy interesantes para todos las personas que profesamos la fe en Cristo, independientemente de la forma de adorar que todos tengamos. Puedo llamarlo “un consejo universal”, ya que todo aquel que desee hacer uso de él, puede hacerlo.
Agur también declara que ni las muchas riquezas, ni la extrema pobreza, son circunstancias que sean de agrado al hombre. Por lo cual le dice a Dios: “No me des pobreza ni riqueza, mantenme del pan necesario. No sea que me sacie y te niegue, y diga: ¿quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte y blasfeme el nombre de mi Dios” (Proverbios 30: 8-9).
La mayoría de personas nunca somos tan conformes, ni la que tiene mucho ni la que tiene poco, porque a veces se nos olvida que la vida es pasajera. Y como dijo Salomón, “todo es vanidad de vanidades.” No estoy refiriéndome a que debemos ser personas que nos conformemos al mal estado en que posiblemente nos encontramos por ejemplo, enfermedad, pobreza extrema. Dios no quiere eso para nadie. Me refiero a que debemos vivir agradecidos con Dios por todas las bendiciones que nos da cada día. Salud, paz, amor, misericordia, etc. Y compartirlo con nuestro prójimo que no lo tiene, algo que casi nunca hacemos, porque se nos olvida.
Las personas desamparadas pueden recibir ayuda de nosotros que no nos encontramos en ese estado. Dios puede usarme para ello, como también puede usarte a ti. Dios es escudo a todas las personas que le temen y le buscan. No hay que olvidar que Cristo se humilló a lo sumo y murió en una cruz por amor a nosotros.
Por lo tanto, nosotros debemos irradiar ese amor que Jesucristo nos mostró y enseñó. Y así como las hormigas, los conejos, las langostas y la valentía del león, tomar esas decisiones acertadas para caminar y no volver atrás por nada. En cualquier circunstancia Dios se manifiesta si nosotros se lo pedimos y le buscamos. Él no quiere mal para nadie. Quiere que todos los hombres le reciban en el corazón para darles la salvación y una nueva vida. Dios no se equivoca y como dice Agur: “toda palabra de Dios es limpia.” Así quiere cumplir sus promesas en ti y en mí, para que, al igual que esos animalitos que parecen tan sencillos, podamos hacer cosas grandes.
Este proverbio posee una riqueza de consejos que pueden ser útiles en el diario vivir de todos. Los últimos dos, que aparecen los versículos 32 y 33, son básicos. En el primero, se nos hace un llamado a no enaltecernos, porque para nada es provechoso. Si tú posees un talento, lo mejor es que lo dediques a hacer buenas obras. En el segundo, se nos recuerdan las acciones represivas, que pueden llevar a pleitos y contiendas, cosa mal vista por la sociedad y por todos, ya que no soluciona problemas. Aunque nos cueste tener la paz, no debemos cansarnos de buscarla.
Aunque haya personas que nos hagan vivir la vida a cuadros, debemos mantener nuestro estado de calma. Alguna recompensa van a obtener. Pelear no es la solución. Seamos sabios.
Lago de Coatepeque cambia de color
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El lago de Coatepeque cambia de color cada cierto tiempo y eso se debe a
que hay floracion de algas, algunos dicen que se pone de color verde
turquesa, dej...
Hace 10 años
2 comentarios:
Es cierto, José. Cosas tan pequeñas como esas nos jejan grandes lecciones. Juan Recinos, La Unión.
HOLA ESCRIBES BONITOS ARTÍCULOS. sOBRE TODO POR QUE HABLAS DE DIOS. IRMA GARCÍA
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