miércoles, 5 de agosto de 2009

AMARGAS CARICIAS

Sara tenía 16 años. Estaba a punto de finalizar el noveno grado. Dejó la escuela porque se enamoró de uno de su colonia, el cual le había prometido cielo y tierra. Él era 10 años mayor, pero a ella nunca le importó eso. Nunca quiso escuchar los consejos de su madre ni mucho menos los de su padre, con el cual no se llevaba muy bien. Peleaba con sus hermanos mayores, porque consideraba que ellos se metían en los asuntos ajenos.

Después de seis meses, decidió irse con el hombre de sus sueños a escondidas de sus padres. Los primeros días, Sara pensó que había tomado la mejor decisión de su vida, pero luego de tres meses, aquel hombre maravilloso se fue convirtiendo en una persona amargada, autoritaria, repulsiva y violenta.

Cuando cumplió 18 años, Sara ya era madre y dentro de pocos meses daría a luz a su segundo hijo. Cada día, tenía que soportar regaños, insultos y patadas. Aquel hombre que en un tiempo se presentó ante ella como “el mejor del mundo”, de pronto se había convertido en un psicópata que no demostraba amar ni a su hijo ni a su esposa.

La joven madre tenía temor de contárselo a sus padres, pero sabía que no sería oída, porque ella, en un determinado momento, no quiso agarrar consejo. Ya estaba cansada de tanto maltrato físico y verbal. Lo aguantaba todo, porque no tenía adonde ir ni cómo ganarse la vida. Había escuchado sobre el infierno, mas no sabía que lo viviría en carne propia.

Era víctima de los celos, de infidelidades y hasta de las borracheras de su esposo. Sin embargo, no tenía el valor suficiente para dejarlo pues las amenazas del marido resonaban en su cabeza, a tal grado que se sentía inútil. Ella pensó que tenía la batalla perdida para siempre.

Una noche, después de sufrir mucho maltrato psicológico, lloró por varias horas sin poder controlarse. Encerrada en un cuarto, pensó en encender la radio para tratar de calmarse. Después de tanto buscar emisoras, sintonizó una radio cristiana en la que el predicador pedía a los radio escuchas que, si tenían algún problema, cualquiera que fuera, pusieran la mano sobre el radio y que oraran juntamente con él. Sara lloró y no pudo pronunciar ni una sola palabra, pero en su corazón y en su mente sintió que necesitaba la ayuda de alguien que pudiera libertarla de aquella situación en la que vivía...

Ella no creía en Dios, porque le parecía falso. No obstante, en aquel momento de amargura y desesperación, le dijo a Dios que si en verdad existía, que la sacara de aquel problema. La joven siguió sintonizando la radio por muchos días, a escondidas de su marido. Pero una noche en la que el hombre estuvo a punto de matarla, uno de sus vecinos escuchó los gritos y llamó a la policía. Los agentes llegaron y escucharon el llanto de un niño y los gritos de una mujer. Intervinieron y capturaron a un hombre ebrio que estaba golpeando a su mujer con la cuerda de una plancha.

El hombre fue procesado y en cancelado por el delito de agresión física y psicológica perjuicio de su mujer. La joven recibió terapia psicológica y volvió con sus padres. Años más tarde, terminó sus estudios y se graduó de Licencia en Ciencias Jurídicas. Compró una casa y se llevó a sus dos niños con ella.

Esta es una historia triste, que aunque parezca ficción, es real. Sara tuvo que esperar mucho tiempo para ver la mano de Dios sobre su vida. Lo maravilloso de esta historia, se fundamenta en el hecho de que una persona que no tenía temor de Dios lo desafía y el Señor se manifiesta, y le saca de aquel amargo estado en el que nadie desea vivir. Dios se manifiesta cuando menos lo esperamos.

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